PRESIDENTE DEL CÍRCULO ECUESTRE DE BARCELONA Y SOCIO RCGP
“La rutina más importante antes de empezar un partido es pensar que me voy a divertir”
Texto Ana Domingo / Fotografías Andreu Gilaberte
Alfonso Maristany tomó la decisión de empezar a jugar a golf en 1994 y, así, se hizo socio del Real Club de Golf El Prat. “Una decisión muy acertada”, asegura, que le ha permitido no solo practicar deporte, sino también hacerlo en “entornos excepcionales”. Alaba con cariño y humor la “santa paciencia” de Román Taya, quien lo inició en esta práctica y, aún hoy, sigue enseñándole cuanto sabe. Su pasión por el golf y el compromiso con el club fue en aumento hasta llevarlo a formar parte de la Junta Directiva durante diez años en calidad de secretario, tesorero y vicepresidente. Hoy es el presidente del Círculo Ecuestre de Barcelona, cargo que asumió “por sorpresa, con ilusión y pensando que es necesario participar y apoyar a las instituciones ciudadanas”.
¿Qué recuerda con más cariño del antiguo campo?
En primer lugar, que fue el campo en el que empecé a jugar al golf, y mi gran suerte fue que mi buen amigo y excelente profesor Román Taya tuviera la santa paciencia de aceptar como discípulo a un principiante como yo y que no me permitiera salir al campo hasta que vio que ya tenía un mínimo nivel. Era un precioso campo diseñado por Javier Arana, muy suave de pendientes y con una magnífica situación al lado del mar. La Casa Club, diseñada por el arquitecto Juan Antonio Coderch, con una reforma posterior de los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milá, era muy agradable y acogedora, y el ambiente social, muy bueno. Creo que todos tenemos excelentes recuerdos.
¿En qué hoyo disfrutó más?
El 18 del recorrido Rosa, un hoyo entre pinos con dogleg, a la izquierda, que acababa en la Casa Club con el mar enfrente. Era un hoyo mítico y final de muchos torneos memorables.
¿Cómo vivió el traslado a Terrassa?
Personalmente, como en aquella época no formaba parte de la Junta Directiva, lo viví muy confortablemente porque todo el trabajo y las enormes dificultades y problemas que aparecieron fueron gestionados con enorme esfuerzo y eficacia por el entonces presidente Higinio Raventós y su equipo. Tal vez en aquel momento no fuimos conscientes de que podíamos quedarnos sin campo de golf y, en consecuencia, con la desaparición de nuestro querido club. Por un lado, estábamos obligados por la ampliación del Aeropuerto de Barcelona a abandonar nuestras instalaciones y, por otro, debíamos encontrar un terreno adecuado y a precio asequible y, muy importante, obtener las autorizaciones necesarias para poder construir un campo de golf. Ninguno de los dos problemas fueron fáciles, pero se solventaron con mucha habilidad. Los socios estuvimos sin poder jugar al golf solamente una semana, algo único y totalmente impensable cuando empezaron las obras.
¿Considera que las instituciones públicas apoyan, hoy por hoy, la práctica del golf y la creación de nuevos campos?
En general yo diría que no. La autorización para la construcción de nuevos campos de golf ha ido a menudo acompañada de mucha polémica y posicionamientos muy demagógicos por parte de algunos ayuntamientos, que han dificultado un análisis objetivo sobre la bondad de cada proyecto. Afortunadamente, parece que algo está cambiando y se empieza a entender que los campos de golf son creadores de riqueza y, a la vez, zonas de protección de la fauna y la flora, sin olvidar la mejora del acuífero que se logra a través del uso de agua procedente de las depuradoras. En nuestro caso tuvimos muchos problemas con las autorizaciones, pero por suerte el entonces alcalde de Terrassa, Manel Royes, y, posteriormente, su sucesor, Pere Navarro, entendieron la importancia del proyecto y lo apoyaron.
¿Qué es lo que más valora de las nuevas instalaciones?
Sin duda el campo de golf y la piscina. El campo está situado en una finca magnífica y, aunque no está cerca del mar, tenemos una tranquilidad que no teníamos en el anterior, donde el ruido de los aviones era cada vez más insoportable. El diseño del campo realizado por Greg Norman es muy bueno, aunque es cierto que no es muy fácil. A mí, personalmente, me gusta más el recorrido Open, aunque es más difícil. Por otro lado, la Casa Club, diseño del arquitecto Carlos de Ferrater, tiene unas líneas arquitectónicas sensacionales, pero el interior, tal vez por sus grandes espacios, resulta algo frío y de funcionalidad complicada. Aunque más allá de las excelentes instalaciones, el mejor activo de nuestro club es su equipo humano. Gracias a su enorme profesionalidad, simpatía y dedicación, nos mantenemos como uno de los mejores clubes de Europa.
¿Cada cuánto suele venir al club?
Normalmente juego los fines de semana, o días festivos. Me gustaría tener más tiempo libre para poder jugar entre semana.
¿Tiene alguna rutina antes de golpear?
Para mí, la rutina más importante antes de dar el primer golpe es convencerme de que, pase lo que pase, me voy a divertir. Es un consejo que me permito dar a los que empiezan porque, sin disfrutar, el golf para mí no tiene interés. Una segunda reflexión es que es inútil pensar lo bien que me ha salido en prácticas o en un partido anterior; cada partido se empieza de cero. Y una tercera reflexión es que cada golpe se juega aislado, por tanto, no te debe influir si el anterior ha sido bueno o malo.
Y, después de jugar, ¿disfruta de las instalaciones?
Muchísimo, empezando por los vestuarios, el baño turco o sauna, después, los almuerzos en el snack con los amigos y, en verano, la excepcional y, diría, única piscina.
¿Ha logrado que alguien que no conocía la práctica del golf se apasionara?
Como mejor ejemplo, el mío. Cuando me hice socio del club no sabía absolutamente nada de golf y nada más empezar me di cuenta de que era un deporte apasionante. Esta experiencia me ha servido para convencer a otras personas para empezar a jugar.
¿Aplica algo de lo aprendido en el campo en su forma de presidir el Círculo Ecuestre y en su vida personal y profesional?
Más que lo aprendido en el campo de golf, han sido mis diez años en la Junta del club los que me han enseñado las particularidades de gestionar una entidad con un colectivo de socios importante. Aunque parezcan instituciones muy distintas, los aspectos que gestionar son muy parecidos. En cuanto a qué se aprende del golf que sea aplicable a la vida personal y profesional, creo que, sin duda, la humildad es una de ellas, además de la constancia y la disciplina. Es fundamental saber superar con serenidad situaciones adversas.
¿En qué otros campos ha jugado? ¿Recuerda alguno con especial cariño?
Muchos, en España, El Saler, Santi Petri o Sotogrande. Fuera de España, el Club de Monza, del que fui socio, Ille aux Cerfs, en la Isla Mauricio, o Quinta do Lago, en el Algarve.
¿Qué viaje le gustaría hacer para, además, jugar al golf?
Sudáfrica, con base en Ciudad del Cabo. En la zona hay unos campos de golf extraordinarios y, además, se puede combinar con visitas a los parques naturales y ver de cerca la cantidad de fauna diversa que hay.